viernes, 25 de diciembre de 2009

NOSTALGIAS

Entró el chavea en la expendeduría de tabacos con el paso parsimonioso de un ochentón en retirada. Se acodó en el mostrador, le llegó el turno de entre el bulto de gentes, mesóse la hirsuta perilla, acaricióse la pellejuda sotabarba, decidióse a responder ante la insistencia de una estanquera regordeta, hija de viuda de guerra y heredera universal.
- Puesssssssss…….. ¿Tiene cigarritos Goya?
La estanquera le miró sin arqueo alguno de ceja, con cierta costumbre de choteo silete. Y él comprendió.
- Bueno, puessssssss………., entonces…….. –a todo esto remiraba el muestrario de los anaqueles a la busca y captura de la presa que se le había amontonado encontrar-. ¿Ideales, tiene Ideales de al cuadrado?
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Agarró el chavea el vaso con encono, empinó el codo y se desdijo de lo bebido limpiándose la refrescura de los labios, utilizando para ello la manga del saquitillo.
- ¡Joder, compadre…! –taberna El Piyayo, calle Granada, Málaga- ¡Y voy y les pido la ensalada malagueña y va y resulta que es lo mismitico que el remojón granaíno de toda la vida!
- Hay que ver, qué cosas pasan…
- ¿La pedimos y te convences?
- No, si te creo.
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Y el chavea releyó parsimoniosamente, como autoimpuesta por él mismo tradición de su casa que era, el papelorio que envolvía la pieza de mazapán de Soto Segura. Y volvió a cruzarse la mirada de soslayo con el fulano de la foto de aquel plastificado, que era como de la familia. Y no se saltó nada nadita nada, desde el “Legítimo y Riquísimo” hasta la retahíla de medallas de oro ganadas en ferias linajudas en Logroño, Pamplona, Madrid y Barcelona (y de plata en Zaragoza). Y respiró aliviado. Eso sí, con la inquebrantable certeza de que cada año hacen los mazapanillos más pequeños y con menos hostia en el culo.
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El chavea entabló conversación, la enésima, con aquel viejo que de siempre había estado templando banco en la Fuente de las Batallas. En su imaginario, aquel señor chuleta con bigotillo recortado y sonrisilla franca, que siempre que lo veía le preguntaba que si ya tenía novia y le recordaba lo alto que estaba, era garantía necesaria de mañana soleada y sin aparato de prisas.
- Hombre, tú no te acordarás si quiera de cuando la plaza esta no existía, que la fuente estaba en medio de la intersección de calles –dijo el abuelo.
- Ni mucho menos, claro que me acuerdo.
- Pero eras tú mu chico.
- Ya, pero que me acuerdo. Y de cuando pasaba por estos andurriales el loco ese que iba siempre vestido de falangista y con un chorro meallas en la solapa del uniforme.
- ¡Sí, sí, el que siempre llevaba enmarcada su foto en blanco y negro, con el mismo uniforme puesto, y le decía a las niñas guapas “este, este soy yo de joven”!
Se echaron a reír. El abuelo, con ojillos pícaros, se dejó llevar la mirada pegada a las faldas de una culona de buenas hechuras. Se rascó la frente con la misma mano con la que se subió un poquito la visera de su gorra marrón de paño a cuadros.
- ¡Ayyyyyyyyy, tú que eres joven, disfruta! –dijo al chavea, pero como para sí.
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- ¡Oiga! –el chavea no podía ocultar su desagrado- ¿Es que no tiene de los de toda la vida? ¿De los redondos?
- Hombre, me has pedido caramelos de anís, si quieres bolitas pues te doy bolitas.
- ¡No, no, no: caramelos de anís redondos, pero no bolitas de anís!
- A ver, los que tú dices ya no los fabrican. Son estos, ¿lo ves?, la misma marca, la misma casa, lo que pasa es que por cuestiones de sanidad, para que no se atraganten los chiquillos, o por renovar el diseño, o por que se ha roto la máquina, no sé, han dejado de hacerlos redondos y ahora los hacen así, como ovalaillos.
“Nos ha jodío mayo con las flores” –pensó el chavea- “Sí, pero parece ser que de verdad son estos, sí. El papel transparente con estrellitas azules en las moñas. Iguales que los que siempre se sacaba del bolsillo de la chaqueta aquel primo de mi madre tan viejecito con el que nos cruzábamos por la calle, él dando su paseo poquito a poco, que no podía ni con su alma y andaba lento lento, con el paso corto corto. Siempre llevaba los mismos caramelos, y siempre me los ofrecía con una sonrisa de abuelete satisfecho. Me pregunto si lo amortajarían en el último paseo con un traje de chaqueta, plenos los bolsillos de caramelillos redondos de anís. Pero la textura no es la misma, ni el sabor. La madre que los parió…”
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- Yo me acuerdo de ver para estas fechas piaras, ¿se dirá piaras?, de pavos en la Plaza de la Trinidad, como en las fotos antiguas. Y ahora ya ni venden las zambombas los zambomberos debajo de los soportales de Correos. La vida…
- Chavea, ¿tú que edad tienes?
- Veintinueve para treinta.
- ¡Madre de Dios…! ¡Y lo que te quea por ver!
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El chavea entró avisado de campanillas en el estanco de marras. No había nadie.
- ¿Qué quería?
- ¿Siguen fabricando Lola?
- Sí, ese sí.
- ¿Pero con el paquete amarillo anaranjado y con motivos suaves, como de hebras?
- Pues… -la estanquera se volvió a coger una cajetilla de los anaqueles que quedaban a sus espaldas, mostrando así generosidad de cachas a ojos del chavea, que no rehusó fijarse en ellas con deleite, acordándose de su compañero de banco al que ya no veía por allí desde hacía casi un año- Parece ser que sí, que es el diseño de toda la vida. Pero no son hebras, son como crisantemos desvaídos.
“¡Crisantemos!” –reflexionó el chavea- “¡La marca que siempre le he visto fumar a mi tío el mayor, angelico mio, con lo viejecito y enfermo que está! ¡Lagarto, lagarto!”
- Bueno, qué, ¿te los llevas? –la regordeta no respetaba nunca los tiempos del chavea.
- No, mejor no –y volvióse para irse.
Estanco vacío. Paso lento, idea rápida. Media vuelta.
- Mira, disculpa…
La estanquera regordeta miró al chavea con cara de póker (“Este tío raro…”).
- ¿Te importaría –dijo el chavea- que te besara en la boca?

2 comentarios:

  1. ¡Ayyyyyyyyy. Si la Fuente de las Batallas hablará...cuantas cosas contaría.!
    Afortunada ella por ver lo que vio y ver lo que verá.

    GRACIAS JORGE POR ESTOS CUENTECILLOS.

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