domingo, 29 de noviembre de 2009

ARTURO PÉREZ REVERTE Y EL REINO DE LA COCTELERA DE CRISTAL




Para Miguel,
porque seguimos sin novedad en el frente.











Caso A.
Sugerencia de publicación cursada por D. Arturo Pérez Reverte (a partir de ahora EL AUTOR) a D. Niceto Gómez de la Pantufla (a partir de ahora EL EDITOR).


EL EDITOR: Coctelera de hacer cócteles…
El editor había escuchado a su predilecto con cierto rictus de incertidumbre en su rostro cenizo, enjuto, verdoso, de poco dormir y triple bypass. El autor aplastó la colilla de su Güinston en el ojo izquierdo de Margarita, la hija única del editor.
EL AUTOR: Sí, sí, eso mismo: coctelera de hacer cócteles.
El editor contempló abstraído el humillo fino de los postreros estertores del cigarrillo, que se apagaba sobre la foto esmaltada de su única hija abrazada a su futuro marido, alegría prenupcial, en el fondo de un cenicero de recuerdo de boda. “Enlace de Margarita y Francisco “Pacorro”: 29-5-2009”. El colmo de lo kitsch.
EL EDITOR: Ya… ¿Pero habrá piratas o tercios de Flandes o algo de eso?
EL AUTOR: Pues yo pensaba…
EL EDITOR: ¡No, no, no, no, hijo mío, que te veo venir! Piratas o tercios de Flandes, elige.
EL AUTOR: Hombre, yo…, piratas, por variar, no sé.
EL EDITOR: Sí, sí, pero que haya piratas, muchos piratas.
EL AUTOR: Piratas, piratas…
EL EDITOR: Y cama, mucha cama… Bueno, mucha tampoco, que nos crucifican. Tres o cuatro cositas de cama, salteadas, al encontronazo. ¿Podrás tenerme tres o cuatro cositas de cama cada, yo que sé…, cada cuarenta páginas, más o menos?
EL AUTOR: Conforme.
EL EDITOR: Una de las veces que sea una mamadilla, que esas cosas hacen gracia y suenan como anacrónicas…
El autor sintió una punzada de necesidad por preguntar al editor qué había de anacrónico en el sexo oral, pero decidió guardárselo para sí.
EL AUTOR: Bueno, habrá sexo y violencia… y la Historia, con mayúsculas, de trasfondo…
EL EDITOR: ¡Que sí, que sí, pero piratas!
EL AUTOR: … a bordo de un barco…
EL EDITOR: Un barco pirata.
EL AUTOR: …berberisco…
EL EDITOR: ¿Enh…?
Silencio en el despacho. Incómodo silencio de despacho.
EL AUTOR: Piratas moros.
EL EDITOR: ¡Ah, vale… veo que nos entendemos! ¡Y ponme no menos de treinta muertos! Y no me los vayas a despachar en una batalla: treinta muertos bien repartiditos, a razón de un par de muertos por capítulo, o tú ya te avías y los distribuyes en grupitos como te venga bien. Que si ahora un par, que si luego tres, que si cinco de un golpe… ¡pero todos a retortero no!
EL AUTOR: Conforme.
El editor recortó la punta de un habano falso de importación haciendo uso de la cuchilla de una guillotinita chiquitina, como las de las películas de María Antonieta pero en miniatura, en cuya peana rezaba una plaquita plateada: “Premio Larra del Ministerio de Cultura a la concordia editorial y cultural, 2003”. Lo rechupeteó con ansias prostibularias y le metió fuego por el extremo contrario.
EL EDITOR: Entonces echemos cuentas: entre muertos, fornicios y descripciones soporíferas… unas trescientas sesenta páginas, como poco. ¿Cómo lo ves?
EL AUTOR: Razonable.
Ambos caballeros sonrieron y se dieron la mano en señal de trato.
EL EDITOR: ¡Lo ves, Arturo, si la clave está en encontrar un buen título! ¡Ya lo demás lo vamos montando entre tú y yo y, hala, a tirar millas!
El autor sintió otra punzada difícil de clasificar en el cogote. Como un prurito de vergüenza torera. “Menos mal que me queda el articulismo para desquitarme”, reflexionó.
EL EDITOR: Total, finiquitando: en medio año me traes lo que tengas, le hacemos plin plan por aquí y por allá, y mañana mismo le pido al departamento creativo que me vaya preparando una portada cañera con piratas…
EL AUTOR: Pero procura que sean berberiscos.
EL EDITOR: ¡En eso la gente no cae, Arturo, hijo!
EL AUTOR: Bueno, yo aviso, que siempre hay quien…
EL EDITOR: ¡Que les den por culo! ¡Freakis, son freakis: les den por culo!... Total, a lo que íbamos, para la feria de San Jorge del año que viene sacamos a la calle una primera edición de 300.000 copias y barremos, vamos que si barremos…
En estas, el autor recupera una porción de dignidad y, ahora sí, no se deja amedrentar por el editor.
EL AUTOR: ¡Pero el cobro de los derechos de esa primera edición por adelantado, eh, Nicetito: por adelantado! ¡En esto no transijo, faltaría más!

Caso B.
Sugerencia de publicación cursada por Fulanito de Copas (a partir de ahora EL AUTOR) al Exmo. Señor D. Gumersindo Rocales, concejal de Cultura, Juventud y Fiestas, Ordenación urbana, Limpieza ciudadana y Gestión de residuos sólidos del Ayuntamiento de Torredonpimpollo, el pueblo más pequeño de la provincia de Jaén (a partir de ahora EL EDITOR).


EL EDITOR: ¿Y de cuánto estaríamos hablando?
EL AUTOR: Bueno, señor concejal, con que el ayuntamiento colabore al menos con una parte me doy con un canto en los dientes. Aunque sea la mitad de lo que vale la impresión del libro. Luego para distribuirlo por el pueblo y eso ya me buscaré la vida…
EL EDITOR: ¿Y eso se venderá?
El autor repasa mentalmente el número de amigos que tiene, por si le salen las cuentas. No le salen, pero se la juega.
EL AUTOR (con la boca pequeña): Yo pienso que sí.
El editor piensa en el presupuesto del que dispone para la Orquesta Sincopías, que vendrá a tocar a las fiestas del patrón del año en curso. “Si quito de aquí, si pongo de allá… Y, total, es el niño de la Benita, que es buena mujer y medio cuñada de mi madre. Si no hubiese sido por la Guerra ahora vete a saber si le estaría llamando sobrino. Es un poco freaky, pero sanote y no hace daño a nadie con sus cosas... ¡Bueno, qué coño, tampoco vamos a salir de pobres!”
EL EDITOR: Venga, que sí.
Al autor se le hicieron los ojos bolillas. A punto estuvo de lanzarse a abrazar a su mecenas.
EL EDITOR: Pero, a ver, ¿de cuántos ejemplares estamos hablando?
EL AUTOR: Yo calculo que con cien o ciento cincuenta vamos espachaos.
EL EDITOR: Vale, pero la mitad de los libros se los queda el Ayuntamiento, que para eso lo patrocina.
EL AUTOR. ¡Qué menos, señor concejal!
EL EDITOR: Llámame Gumersindo, hombre, que te conozco desde que eras chico…
EL AUTOR: Muchas gracias, Gumersindo.
Ambos caballeros se estrujaron la mano en señal de trato.
EL AUTOR (como con vergüencita): Y… ¿para cuando podré contar con… la ayuda económica esta de…?
EL EDITOR: Tú por eso no te preocupes, las cosas presupuestarias hay que llevarlas a pleno y luego aprobarlas y más tarde cursar el pedido… total, que se plantan algunos meses. Pero al final llega, muchacho. Tú no te preocupes.
EL AUTOR: Hombre, pero a mí me interesaría que saliera cuanto antes, me parece que el libro es una buena idea y no quisiera, ya sabes, que se me pasara el arroz…
EL EDITOR: Pues nada, hijo, parece mentira: ve adelantando tú el dinero a la imprenta. Entre lo que vendas y lo que te vamos a dar nosotros cuando podamos salen las cuentas y recuperas la inversión, ¿no?
El autor aspiró con fuerza el aire del despacho concejil.

3 comentarios:

  1. ¡qué dura es la vida del escritor!

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  2. Real como la vida misma...

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  3. Albricias y aleluyas que de nuevo está aquí el jugo bloguero tuyo... Pero a ver, a ver, cuéntame... ¿Basado en hechos reales? ¿Se pueden decir nombres? ¿Para cuando esa cerveza (aunque sea malagueña)y la firma de libros que me tienes prometida?

    Abrazos varios, de cuantas intensidades plazcan y a no abandonar más a estos tus sufridos lectores...

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