martes, 30 de junio de 2009

COSAS QUE NUNCA TE DIJE (PORQUE PA QUÉ...)

Mi novia regresó del coqueto cuarto de aseo de aquellos amigos nuestros con una sonrisa de satisfacción golosona adornándole la carita. No me podía ni imaginar a qué se debía aquello. Pensé: el desahogo intestinal, el solaz roce sabrosón del onanismo, el hallazgo casual de los turbios secretos de belleza de la íntima, la zafiedad del desbroce gaseoso... Risilla, risilla.
Los amigos estaban en la cocina, preparándonos agasajos culinarios.
—¿A que no sabes qué? —dijo mi novia en voz baja.
Ni respondí. No sabía qué. Si yo supiera qué me estaría ganando la vida en el Retiro, de mentalista, o en la CIA, leyéndole el pensamiento a los terroristas de Al-Qaeda (“¡Planean atentar en el McDonald´s de la 57 con Park Avenue!”).
—Cuando vivamos juntos también lo vamos a hacer nosotros, que me ha parecido un detalle la mar de discreto.
O estaría cubriéndome de millones en Las Vegas, apostando duro y jugando a cualquier juego con baraja de por medio, partiéndome el orto ante la limpidez que supondrían para mí las estrategias de mis adversarios.
—Es que estos dos tienen unas cosas... Son de detallosos...
O seduciendo a mujeres en las que pudiera sorprender cualquier indicio mental de atracción hacia mí, de pasiones ninfomaníacas o de desamparos faltos de achuchones a la lúbrica desesperada.
—Mira si son discretos, que dejan al lado de la jabonera del lavabo una cajita de cerillas...
Incluso entrando en los mayores bancos del mundo, averiguando las combinaciones de las blindadas, con un simple vistazo al backstage de los ojos de los directores de oficina, y robando con guante blanco el contenido de las cajas de seguridad.
—Y le he preguntado a la Inma: ¿Inma, para qué está aquí la cajita esta de cerillas? ¿Y sabes lo que me ha dicho?
No. no lo sé. Si lo supiera estaría escrutándole la mollera a señoronas ricas para conocer cuántos son y dónde se guardan sus caudales, haciéndome con las claves de la seguridad de sus caserones, solitarios y embalsamados con lavanda. Sí, entonces entraría en ellos con nocturnidad y me haría de oro con la mágica facilidad de la que pudiera hacer gala un Arsenio Lupín cruzado con Anthony Blake.
—Pues que lo pone para que si tú crees que... bueno, que huele mucho lo que has... las flatulencias y tal, pues enciendes una cerillita...
Visitaría al Papa y sabría al instante, de una mirada, si cree realmente en Dios o nos está engañando. Participaría en reuniones de alto nivel diplomático, costeado a precio de oro por los mandatarios del planeta, deseosos de que yo fuera testigo fidedigno de todo cuanto se hablara, todo cuanto se firmara entre un país y otro, dando fe de la veracidad de lo pactado, de las intenciones claras y sin ambages de los signatarios de acuerdos importantes en seguridad, no agresión, comercio, inversión en desarrollo...
—Y así se queman los gases que huelen peste y ya no te da vergüenza que viniendo de visita le hayas dejado el retrete oliendo a perros muertos...
Y esos mismos países me sobornarían para hacerles creer a los otros las verdades o mentiras que ellos decidieran, y mis servicios serían un continuo trajín del mejor postor. Yo supondría un serio peligro para muchos, pero otros tantos defenderían mi vida a cualquier precio, manteniéndome custodiado como el mejor tesoro, la mejor arma, para la paz de Occidente... o de Oriente (viviendo en Dubai como un rajá todopoderoso...).
—¿Qué te parece? ¿A que es buena idea?
Al final, las naciones se arrodillarían a mis pies, mi poder derrumbaría sistemas e impondría otros nuevos. Yo controlaría el mundo, alertaría de los peligros, desarticularía las amenazas. Todos me considerarían como un juez suprahumano, como un semidiós. Alguien en quien descansaría la Paz mundial, la esperanza y la buena guía hacia un mañana luminoso: la realización, al fin, del sueño de la Humanidad. Sería su dirigente supremo, elegido por abrumadora mayoría. El mundo entero me aclamaría, se entregaría a mí sin fisuras a cambio de que mi don fuese utilizado para el Bien, de que yo fuese el faro que les indicase el buen puerto al que arribar. Yo sería el padre de una Nueva Era.
—¿De qué habláis? —Inma llegó con una bandeja de canapés.
Mi novia sonrió como una niña chica y se le ruborizaron tiernamente las mejillas.
—Nada..., de peos...
Las dos rieron con cuchufleta traviesa. Ay, Dios...

3 comentarios:

  1. Si es que al final los pequeños detalles son los que cuentan :P

    PD. No sabiamos de tus deseos de dominar el mundo...

    G&M

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  2. ¿Cerillas? Entonces, el cacho de ambientador del "todo a cien" (que no sé por qué, pero lo de cien es verdad: entras, y como no ates en corto a la menda, los cien euros no te los quita ni San Juan de Dios) que me ha puesto la parienta en el WC, ¿para qué?

    Yo lo recomiendo, ¿eh? Te deja un olor mezclado entre limones a punto de fermentar y unas ganas de echarte a llorar, extraordinarias. Vamos, a veces, cuando me "atoro", cuando (en el más castizo de los giros léxicos) no obro, entro, echo un poco de ambientador, y voilà... No me ayuda para la flora intestinal, pero al menos sé que si la mierda no la produzco yo, el servicio, seguro, seguro y seguro, huele a mierda.

    Por cierto, mañana reunión... Ya sabes, donde siempre. No divulgues mucho el asunto. Creo que esta vez sí que vamos a dominar el mundo. Ya sabes, yo de Director en jefe de las Organizaciones para el entretenimiento. Vamos, que quiero ser el "concejal de fiestas".

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  3. ¿sabes lo que haría yo si supiera que?.... jejejejejejeje si, si que lo sabes. ;D

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